Santo Domingo:-Por 14 años, Graciela, quien no recuerda su
edad, ha vivido bajo el cálido techo del hogar de ancianos San Francisco
de Asís.
Sentada en una silla en uno de los pasillos del amplio lugar,
escucha un par de baladas en un radio pequeño colocado en una mesita.
“Tengo una amiga que me visita y me trae
muchas cosas, prendas; hace tiempo que no viene”, cuenta al tiempo que
pidió que le llevaran una bata de dormir y una de casa.
Al igual
que ella, otros adultos mayores del lugar piden regalos, incluso
juguetes. Al parecer, tratan de llenar el vacío de la ausencia de sus
familiares con presentes. Pese a esto, se muestran felices. Es lo que
explica la subencargada del centro de envejecientes, Sor María Romero.
“A
ellos lo que les gusta es que le den cosas, que bailen con ellos y
disfrutar. Los viejitos bailan mucho y están contentos y satisfechos, y
cuando les traen cosas, imagínate”, expresa la monja con ternura.
La
señora Chichita es una muestra. Al fijar su mirada en quienes se
desplazan por el pasillo los recibe con una sonrisa. “Estoy alegre aquí,
la vamos a pasar muy bien en Navidad”, respondió a la pregunta de cómo
se sentía.
En esta época navideña, la religiosa señala que las
fiestas son comunes en el hogar, que es ocupado por 300 ancianos y un
equipo de trabajo de al menos 70 miembros.
“Nosotros no tenemos paga de ninguna clase. Nosotros vivimos solamente de las limosnas”, agrega.
No
obstante, destaca que el gobierno da un aporte y el Ministerio de Salud
Pública paga al personal médico, pero no es suficiente para la
manutención. Sor María agradeció a todas las personas solidarias del
país y otras naciones del mundo que han aportado para el sustento del
hogar, así como al personal que a diario realiza una labor eficiente.
Sin embargo, sostiene que sobreviven con muchas precariedades.
Indica que a diario los inquilinos consumen unos 500 pañales desechables. Necesitan alimentos y utensilios de higiene personal.
Precariedades
José
Pérez, empleado y colaborador por años del hogar, reveló que
mensualmente consumen un monto de un millón 400 mil pesos. La mayoría de
los presentes en el centro sufren problemas de diabetes y Alzheimer y
parte de los medicamentos que usan son donados por Promese Cal, pero hay
otros que deben comprar.
Lamenta que el hogar, que se mantiene
por los bienhechores, no se pintó como querían al final del año, por la
falta de pintura y recursos.
Pérez narra que algunos de los
familiares visitan a sus parientes, pero en otros casos los ancianos son
dejados en la puerta del lugar, sin identificación, para que los
acojan. “Hay familias que solo vienen después que se mueren, a buscar un
acta de defunción para reclamar una tierrita o algo”, manifiesta
indignado.
Pero le alegra saber que muchos adultos mayores están
adaptados al lugar y se sienten como si estuvieran en su propia casa.
“Las familias se los llevan por días, y ellos piden que los regresen”,
precisa.
Expresión jóven
Un grupo de jóvenes
estudiantes de bachillerato del Colegio Serafín de Asís visitó el hogar y
entre cantos y cuentos compartieron risas y experiencias con los
ancianos. “Le trajimos algunos utensilios que necesitan y ellos se
pusieron muy contentos”, dijo la joven Diana Pereyra.
Para la
delegada del curso, Alicia Valle, quien acompañaba al grupo, este es un
gesto que pretende mostrar a los alumnos la importancia del amor y la
caridad. “A los jóvenes hay que enseñarles la esencia del ser humano
porque ellos también fueron jóvenes. Deben ser amorosos y humildes”,
manifestó.