Santo Domingo- Mientras algunos se aventuran a especular sobre una posible división del PRD, el 98 por ciento de los perredeístas respondió positivamente a la pregunta: ¿Está usted de acuerdo con que Miguel Vargas sea el presidente del partido?, conforme los datos de una encuesta de opinión efectuada por la firma Mercado y Cuantificaciones en la primera semana de este mes de septiembre.
Habiéndose cumplido poco más de un mes desde su juramentación el 19 de julio de 2009, la encuesta de la firma que dirige Wilson Rodríguez, evidencia la existencia de un respaldo prácticamente unánime de los y las perredeístas a las ejecutorias del nuevo presidente y líder del PRD.
Otro dato elocuente es que el 94.5 por ciento de los perredeístas ya prefiere a Miguel Vargas para la candidatura presidencial del partido en las elecciones del 2012, mientras Hipólito Mejía apenas recibe un 3.1 por ciento de apoyo, Luis Abinader cuenta con 1.3 por ciento y Ramón Alburquerque un 0.8 por ciento.
Una ruptura con la tradición.
Esta virtual unanimidad perredeísta es una ruptura con la tradición concurrente del partido, donde las etapas previas a las elecciones fueron escenario de luchas grupales con arraigo en las bases.
Además, este resultado es también una diferencia con la experiencia política nacional, donde hasta los líderes históricos tenían que enfrentar opciones alternativas de mayor peso.
Los resultados pueden tener diversas interpretaciones, sobre todo en sus consecuencias, pero no dejan lugar a dudas de que representan un cambio fundamental en las expectativas de las bases del partido, que tienen un norte claro en su identificación con el cambio y la reconexión con la sociedad que plantea Miguel Vargas y la necesidad de renovar las prácticas y la imagen de su organización de cara a las contiendas electorales que se avecinan.
Los que pierdan de vista estas indudables tendencias, convocando a resistencias generacionales o de otro género, pueden encontrarse con resultados negativos muy difíciles de superar, por lo que pueden conducirlos previsibles e inesperadas despedidas políticas.