Es domingo en la mañana, tres autobuses repletos de activistas
sociales acaban de llegar al centro comunal de Acapulco, comunidad que
sobrevive a la orilla del río.
Un centenar de jóvenes ha venido desde Santo Domingo, Santiago y La
Vega a un encuentro con las organizaciones comunitarias para conocer la
riqueza natural contenida en Loma Miranda, mina de agua que pudiera
desaparecer en caso de que el Gobierno le dé el visto bueno al proyecto
de extracción de níquel presentado por la transnacional de origen suizo
Falconbridge Dominicana (Falcondo), ahora con su nuevo nombre comercial
Xstrata Nickel Falcondo.
En la medida que van desmontándose de los vehículos los ojos de los
activistas reciben la primera ráfaga de belleza natural en sus ojos. La
montaña se levanta en silencio como si escondiera algo secreto en su
vientre, un secreto que solo ella conoce.
Imponente, deja correr por sus
venas chorreras de aguas que una hora después los visitantes encuentran
agolpadas en La Llovedera, lugar paradisíaco ubicado en el interior de
la montaña. Allí el techo de la loma se vuelve todo agua que cae como
fina lluvia permanente.
Algunos líderes juveniles como Patricia Alcántara, Claudia Saleta y
Tania Hernández no pueden evitar la atracción de meterse con todo y ropa
en La Llovedera.
Según sus testimonios la sensación de estar debajo de
aquellas aguas, brotadas del mismo corazón de Loma Miranda, es
indescriptible. Las tres expresaron que querían quedarse allí para
siempre